La hiriente temporada del Caja San Fernando, que hace meses que dejó de tener posibilidades de evitar un lustro de carísima frustración y que remató la estafa con un partido patético ante el Granada, no se vio aliviada con la elección de Lou Roe como MVP de la liga. En efecto, el pívot cajista se ha visto perjudicado por la medida de la ACB, que ya no le otorga el premio al más destacado desde el punto de vista estadístico, sino que nomina a quienes mejores números presentan para que un jurado vote según su criterio subjetivo. Esto ha propiciado que Roe (24,8 de valoración media, primero de la lista; segundo máximo anotador con 711 puntos y segundo máximo reboteador con 308 capturas) pierda el galardón que ganase el año pasado a manos del argentino Luis Scola (en la imagen recogiendo el premio), del TAU Cerámica. Tanto le ha perjudicado al americano la mala campaña de su equipo, que sólo ha sumado dos votos de los cincuenta emitidos. Este desagradable colofón a tan desilusionante concatenación de despropósitos debe mover a una reflexión: o se cambian los parámetros de valoración estadística de los jugadores o se le deja de conceder tanta importancia a los números en este deporte, pues no deja de ser una cruel ironía que el elemento más decisivo de un equipo infame reciba parabienes de ningún tipo. Máxime, cuando al baloncesto juegan sólo cinco personas. ¿Sería de recibo que un tenista recibiese el premio al mejor doblista del año sin que hubiese ganado ni un solo torneo? Pues es casi el mismo dislate, pero dividido entre dos.
