Ayer Félix Acuña Torres,el histórico capiller de Jesús del Gran Poder, subió junto al Señor como tantas veces hizo durante varias décadas, en la parroquia primero y luego en la basílica, pero ahora ya ha ascendido para quedarse por siempre cerca de Él.

Con todos los achaques de su deteriorada salud y tras fallecer hace sólo unos días su esposa Rosario, a sus ochenta y cuatro años Félix ha mirado una vez más fijamente los ojos del Cisquero y ahora sí que se ha quedado definitivamente absorto en ellos para la eternidad. Es seguro que el Hijo de Dios ha apartado por unos instantes su mano derecha del madero y se la ha extendido a su fiel servidor para ayudarle a subir junto a El, cuando ya no podía encaramarse hasta su camarín o el paso para cuidar del Señor de la Vida.

La fatal noticia nos ha impactado hondamente a quienes, aunque hayamos vivido ya muchas décadas, aún nos seguimos sintiendo niños del barrio y por tanto vecinos del Señor. Se ha ido quien dedicó toda su vida a custodiar esa impresionante Instantánea de Dios hecho Hombre que Sevilla venera en San Lorenzo. Dios se ha llevado a quien hasta su jubilación pasó todas sus horas velando al Señor del Tiempo, quien todo lo puede.

En Sevilla hay cargos que no están en ningún protocolo, pero que son enormemente importantes para quienes amamos la ciudad. Ser capiller del Señor del Gran Poder es uno de los más relevantes, que es un privilegio cuidarlo a diario y caminar cada Madrugá justamente delante de su paso, vestido de traje negro, más cerca que nadie del Señor, abriéndole paso entre las silenciosas multitudes y presenciando la inmensa devoción de un pueblo sobre el que Él camina, siempre con su decidida zancada de redención.

Felix caminó delante del Señor casi cincuenta madrugadas de primavera, anunciándonos la inminente presencia del Jesús en el que cree la Sevilla de nuestros abuelos y nietos. Dios le concedió ese gran honor reservado a los humildes y que hoy ostenta su sucesor Miguel Martin, otro buen hombre de San Lorenzo siempre cerca del Gran Poder de Dios.

Sus cuatro hijos y sus nietos deben sentirse enormemente orgullosos de Felix, a quien tanto queríamos los que hemos tenido la suerte de conocerlo. Esta vez si le ha tocado la lotería que compraba junto a la basílica, tras su visita al Señor. Es seguro que el Hombre divino de la túnica morada se lo ha llevado justamente para que como siempre siga permaneciendo junto a Él, pero ahora eternamente y ante su presencia real. El bueno de Félix ha comprobado ya que el verdadero Dios de los Hombres se parece mucho al Señor que habita en Sevilla y al que él ha servido durante toda una vida.

José Joaquín Gallardo